martes, 3 de mayo de 2016

La avaricia



Avaricia

Se dice que la avaricia es una de los siete pecados capitales. Y en este caso, el orden no altera el producto.
He tenido que toparme con muchas clases de gente pero de todos ellos, las avariciosas con toda seguridad se llevan la palma en cuanto a gravedad.
La avaricia es el afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Simple y llanamente. Pero este pecado capital, hace que salga a relucir en toda su plenitud, las miserias internas del ser humano.
Por encima del sentimiento propio de la familia, por encima de juicio y la sensatez o por encima de la justicia, se alza la avaricia. Y si esta avaricia va acompañada de un egoísmo desmedido, entonces, apaga y vámonos. Una persona avariciosa, nunca, entenderá los lazos familiares que le unen a otra persona, así, de esta manera, podrá hacerse con todo el patrimonio sin sentir arrepentimiento. Igual sucede con la sensatez o la justicia, que quedarán eliminadas de la ecuación. El fin  justifica el medio y si de atesorar, aunque no se necesite, hablamos, entonces está más que justificado.
El avaricioso, es capaz de engañar cuando de poseer un bien se trata. Si este bien, le viene dado de la mano de otra persona, no pensará si lo merece, si lo necesita o si le pertenece, el avaricioso tan solo se lo quedará. Y aquí no hay razones que lo convenzan de lo contrario.
Para el avaricioso, el poseer es una necesidad o, ¿una enfermedad? Da igual, el caso es que cuando se trata de quedarse con algo que no le pertenece no tendrá miramientos, no tendrá parentesco, ni remordimientos, no tendrá justicia y en definitiva, no tendrá razón pero, ¿a quién le importa? Tan solo le importará a la persona, o personas, que están junto a un avaricioso ya que gracias a esa “cualidad” se verá desplazado, injuriado, acusado, culpabilizado y cualquier otra acusación que sirva para darle la razón a su avaricia. En ocasiones el que convive con un avaro terminara por  tener un sentimiento de impotencia que con toda probabilidad minará su salud. Claro que esto, tampoco es motivo de preocupación para el avaro.
Como en todo, hay ciertos matices que minimizan el pecado en sí. Si la avaricia te la encuentras en un hermano, o cuñada bien es cierto que, si no te perjudica, poco te importa. Pero ay, si la avaricia la posee una madre. Si es una madre la avariciosa, el término cambia a peor, entonces hablamos de AVARICIA en toda su plenitud. Una madre avariciosa no entenderá de lazos maternales, verá en su hijo un posible perjuicio a sus intereses. Lo verá como un ladrón que quiere quitarle lo que es suyo. Lo verá como una amenaza. Haciendo que, irremediablemente, reniegue de él. He incluso lo desherede, pensando que quizás si le quita ese derecho ella podrá llevarse todo consigo, incluso después de muerta. Aquí, acude a mi memoria el cuento aquel donde un pobre hombre estaba casado con una mujer muy avariciosa, avariciosa en extremo. Se cuenta, que esta pareja atesoró un importante capital sin que pudiera, ni compartirlo, ni mucho menos disfrutarlo. El caso es que la muerte no perdona ni entiende de personas, no en vano es uno de los tres dioses que lleva los ojos vendados, así pues, nos encontramos en el funeral de tan singular mujer. Allí reunidos no había más que el esposo, un vecino y naturalmente el sacerdote que daba el sepelio y los dos enterradores. Ni hijos, ni nueras, ni nietas, ni hermanas. Cinco personas componían el entierro. De estas cinco personas, el vecino, sabedor de la avaricia de aquella mujer, estaba algo preocupado ya que conocía la última exigencia de la esposa del amigo. Esta, le había hecho jurar que a su muerte la enterraría con todo su capital, ya que era suyo y quería llevárselo. Así que cuando el sacerdote terminó de oficiar la misa, los enterradores se acercaron al ataúd para proceder a su entierro,  y fue entonces cuando el esposo pidió que lo abrieran porque era deseo de su mujer ser enterrada con una caja que llevaba y así se hizo. El esposo, con infinito amor, depositó la caja entre las manos de su muerta mujer ante el mutismo de los demás. Ya concluida la labor, el amigo alarmado le preguntó si había llevado a cabo el último deseo de su mujer, a lo que este le contestó que sí. Él era buen cristiano y no podía dejar de cumplir la última voluntad de su esposa así que sí, lo había cumplido.  Para tranquilidad del amigo, le explicó que un día antes había ido al banco, retiró todo el dinero, lo puso en su cuenta y extendió un cheque a nombre de su difunta mujer y esto, era lo que había introducido en la caja, el cheque para que ella dispusiera en caso de necesidad. Este cuento es sin duda muy conocido a la par de muy ilustrativo. ¿No les parece?
La mujer, en su avaricia, se había quedado sola en su último viaje. Hijos, nueras, hermanas, sobrinos, todos, habían renegado de ella por culpa de su desmedido afán de atesorar sin necesidad. En su vida le importó más el dinero que la compañía que pudiera brindarle su familia. Estar con ellos, convivir con ellos siempre tenía un coste y ella no estaba dispuesta a desperdiciar su capital en frivolidades como esas. El marido, se quedó seguramente conocedor de la precaria salud de su mujer, de otra manera no se entiende, porque, incluso el más cristiano de los mortales no cometería pecado alguno si tras, una vida junto a una persona avariciosa la dejase sola.  
Sin duda, la avaricia es un mal mayor de difícil solución. El avaro, no tendrá escrúpulos a la hora de enriquecerse más a costa de quién sea.
Sin embargo existen dos clases de avaricioso. Como ya hemos mencionado, está el avaro egoísta, aquel te atesora sin necesidad y mucho menos sin utilidad. Por otra parte nos encontramos con el avaro codicioso, que si bien es avaro, se distingue del primero con un cierto matiz. Este, tan solo atesora con el fin de utilizarlo en  su propio beneficio. Digamos que este es el gastoso de los avaros. Ambos por igual, son capaces de dormir con un ojo abierto, no vaya a ser que mientras duermen su fortuna mengue, o en el peor de los casos, se la quiten.  
Este pecado capital era descrito en Italia por medio de una víbora, Offende viva, e risana morta; Hiere cuando vive y después de muerta cura. O lo que es lo mismo: no hay mejor víbora que la que está muerta. Mejor aún: es una forma de llamar víbora a una persona avariciosa.  Pero, no se vayan todavía que esto mejora: no hay mejor persona avariciosa que la que está muerta. ¿Descriptivo verdad?
 Cuando la avaricia y el egoísmo entran por la puerta, los lazos familiares salen por la ventana. Y de qué forma salen, espavoridos.  Familias enteras se han destruido gracias a este mal. Hermanos que se han peleado, cuando la relación entre ellos era excepcional y correcta. Matrimonios rotos y hasta  intentos de suicidios. Sí han leído bien, intentos de suicidios, hasta tres.  Conozco un matrimonio (y esto es verídico), donde el marido harto de la insatisfacción de su esposa por atesorar una gran fortuna y tras una larga vida trabajando se encuentra en su vejez que la mujer sigue igual de insatisfecha acusándole de no tener más y de una vida de desgracia a su lado, decide que ya no puede más he intenta un suicidio. Por fortuna el pobre hombre no tiene valor para llevarlo a cabo y no culmina su empresa con el trágico final.  Esto, nos demuestra que no deja de ser tortuoso el camino que se vive, o comparte, junto a una persona avariciosa y egoísta. Por no mencionar la impotencia tan grande que se apodera de la persona que tiene que convivir con un avaro. Naturalmente, a la muerte del marido, algo que le llega a él antes que a ella, la mujer no llora por él sino por el dinero que dejará de ingresar. A la muerte del marido deja de percibir la más que buena paga de jubilación, y esto es debido a que ella también cobra un pensión y el gobierno, que en estos asuntos no entiende a razones, no solo reduce trágicamente la paga de su marido por la de viudedad sino que obliga a la mujer a quedarse con una de las dos pagas, la otra se le retira. Porca miseria. No lamenta la pérdida de su marido, sino la pérdida de su dinero. No llora por la soledad, sino por el vacío en sus arcas que ha dejado. Y así mis queridos lectores, es como actúa la mente de una persona avariciosa. Es mezquina, ruin, miserable. Es egoísmo en su estado puro. Sí, la avaricia tiene la cara fea.
Ya lo decía Plubio Siro;  Al pobre le faltan muchas cosas, al avaro, todas.
Y ya lo digo yo; Si te topas con un avaro, corre, corre y no pares hasta que no te hablen en arameo.
En conclusión, podemos decir sin temor a equivocarnos que es una verdadera locura vivir pobre para morir rico. Un avaro jamás entenderá que para ser rico no debe atesorar bienes materiales sino personales y mientras esto sea así tendremos avaro por largo rato.

sábado, 14 de noviembre de 2015

ATENTADO EN PARIS






No sé qué pensar.

 

 Yo pensaba que a estas alturas de la película tod@s y cuando digo tod@s, me refiero a TOD@S, teníamos cierta cultura de respeto hacia los demás, que habíamos aprendido de los errores del pasado. Una pena que actos como los de Paris me demuestren que no es así. Algunos siguen creyendo que alcanzaran el paraíso cometiendo estas atrocidades en nombre de la fe. Y yo me pregunto, ¿qué fe es la que te pide matar y asesinar en nombre de un Dios? Sea el Dios que sea no es de recibo que en pleno siglo XXI todavía se cometa esta barbaridad. A pesar del tiempo transcurrido seguimos sin aprender nada. Ningún Dios nos pide que matemos en su nombre y ¿cuantas guerras y batallas hemos y seguimos,  librado en su nombre? Y lo más triste, que la iglesia parece consentirlo. Hoy gente inocente ha muerto en nombre de una fe que ni tan siquiera profesa. A lo largo de los días, desgraciadamente, muchas más morirán en nombre de un Dios al que no han rezado nunca. Mucha gente quedaran con las secuelas del día de hoy de por vida y con el miedo instalado en su cuerpo irremediablemente, incurablemente. Hoy, muchas familias han quedado destrozadas y rotas. Para eso, por desgracia, no hay ningún Dios que te salve.



 Actos como estos, me hacen platearme la fe. Cualquiera fe. Sí, esto es obra de asesinos de mente enferma pero, aun así y una vez más, la fe es la excusa perfecta para esconder esta barbarie. Que Dios me perdone, pero empiezo  a creer que la Ley del Talión es lo que vale con esta clase de gente y con esto no me refiero a los que en nombre de la fe mata, sino a todo aquel que por ideología, política, fanatismo, racismo o xenofobia mata a un semejante. Lo siento señores, los siento señoras, pero mi fe, mi ley es, “vive y deja vivir”. ¿Qué me importa a mí que mi vecino sea negro, moro, cristiano, apolítico, mormón o extranjero siempre y cuando me respete como persona?



129 personas muertas, 352 heridos de los cuales, 99 están en estado crítico, ¿de verdad es ese el deseo de un Dios?



No  voy a mencionar la historia, ni el hecho que estas cruzadas, o guerras, en nombre de un Dios, se han producido desde que el primer hombre decidió seguir a otro hombre, un profeta con facilidad de palabra seguramente y endiosar, tanto lo que profetizaba como a la persona en sí. Lo que sí diré, es que ya va siendo hora de madurar y utilizar la capacidad de raciocinio y decisión propia no dejándose mangonear por nadie para saber que, nadie obtendrá el paraíso soñado matando a nadie. Algunos dirán que la verdadera razón  que esta clase de personas (por favor, perdonadme si las llamo “personas”), tienen para emularse es, no la promesa del paraíso en sí, sino la promesa de, seguramente, cuidar de su familia con dinero suficiente pero esa tampoco es razón para cometer este magnicidio. Semejante atrocidad no es excusable con nada.



Tristemente, hoy seremos muchos los que nos acostaremos sin entender, un poco más, al ser humano. Y tristemente, mañana seremos muchos lo que nos levantemos, un poco más impotentes que ayer



Mi más sentido pésame a todas las familias rotas que hoy han sufrido la ira de unos lunáticos. Mi más sentido pésame para el pueblo francés.

jueves, 28 de mayo de 2015

Mi Hermandad




Cuento en mi haber con tres pasiones, (aparte de mi familia). La escritura que me permite plasmar mis sentimientos. No de una forma profesional ya lo sé. Lo que sí es cierto, es que trato de hacerlo de la mejor manera.  Siguiendo el hilo de las letras, mi segunda pasión es la lectura. Gracias a ella, he descubierto la pasión por la escritura. Además, me permite pasar de un mundo a otro con facilidad. Emoción, aventura, sorpresa, aprendizaje….es parte de lo que un libro te ofrece. Y mi tercera pasión, el tejido. Sí, tejo. Lo cual más que una pasión en los últimos tiempos se ha convertido para mí en una terapia. Desde los diez años sé tejer y aunque lo aparqué durante un tiempo, hace pocos años lo volví a retomar. Poco tiempo pasó para darme cuenta de lo bien que me hacía sentir.  Cuando tejes, te evades  por completo de todo lo que no esté relacionado con aquello que estas tejiendo. Contar puntos y vueltas se hace indispensable para que la labor tome buen ritmo y naturalmente salga el trabajo que el hilo esconde. Es por ello que necesitas de toda tu atención. Frustración y satisfacción se dan de la mano cuando te sumerges en el mundo del tejido. Lo primero, cuando tras muchas horas de trabajo, ves que no ha salido el trabajo tal como querías y tienes que deshacer puntos y vueltas para comenzar otra vez. Y lo segundo, cuando justamente ocurre todo lo contrario. Si tras muchas horas de trabajo, ves que por fin el trabajo está terminado y el resultado es exactamente el que pretendías, la satisfacción es enorme. Si a todo eso le acompaña el gusto de regalar el trabajo a una persona especial para ti, entonces no hay comparación para explicar lo que sientes. Máxime, al ver la cara de quién recibe tu regalo.



El tejido estaba destinado en un primer tiempo a las niñas que aprendían sus entresijos para poder ponerlo en práctica una vez casadas y como complemento a su educación.  Y era algo que no solo estaba desinado a niñas de bien. La clase pudiente así como la de más baja cuna, gozaban de esa sabiduría popular. Con el tiempo, el tejido, fue relegándose a las abuelas que lo ponían en práctica junto al hogar o a la entrada de la casa puerta, donde compartían horas, compañía y charla con las demás vecinas. Y así ha sido hasta ahora. En los últimos años se está poniendo de moda tejer y no es raro ver movimientos como el urban knitting, que a través del tejido nació de la necesidad de adornar las frías y grises calles de las ciudades con el fin de hacerlas más hermosas. Ya no es raro ver gente tejiendo en plazas, parques, cafés o casa puertas a cualquier hora del día y hasta bien entrada la tarde. Cada vez con más asiduidad, se reúnen gentes de todas las edades para tejer juntas bien, un proyecto en común bien, por separado, pero unidas por una misma pasión, el tejido.



Cuando comencé a tejer nada ni nadie me dijo que de mis manos saldría arte. Arte, porque somos artesanas. Los artesanos realizan su trabajo a mano o con herramientas manuales, por lo que hay que tener cierta destreza y habilidad para realizar su trabajo. Así que sí, somos artesanas. De nuestra manos salen, chales, vestidos, muñecos, zapatillas, calceta, medias y un sinfín de prendas, las posibilidades son infinitas.  Las opciones son inmensas dentro de este arte. El tejido no tiene fin mientras haya pasión, una idea o patrón que tejer y aguja e hilo. No diré tiempo, ya que este se busca y se encuentra cuando lo que haces te gusta y te llena. Y si me apuras, diré que incluso sin aguja se puede tejer. No en vano, hay gente que como aguja emplean sus manos. Sí, parece irreal pero ahí están. Yo misma he tejido una bufanda con mis manos como aguja, lo hice hace mucho y la verdad es que ya entonces no me pareció difícil. La textura que quedó en la bufanda era suave  y suelta por lo que convirtió a la bufanda en una prenda muy estimada por mí. También tejí otra que aún conservo con un par de  bolígrafos como agujas. Lo que quiero decir, es que las posibilidades son muchas tan solo tienes que tener imaginación y ganas de llevarlo a cabo.



Otra cosa que diré a favor del tejido es que gracias a ello, encontré personas que merece mucho la pena conocer. Gente con una valía personal impresionante con la que comparto un hobby. Personas que de otra manera, no habría conocido y que ocupan una parte importante de mi vida. Gente con la que compartir experiencia y patrones, risas y confidencias. Porque a lo largo del tiempo que pasas tejiendo, vas conociendo a esas personas de forma más personal y sin pretenderlo te conviertes en su confidente a la par que ellas lo son de ti. Nace, por así decirlo, una hermandad entre todas y todos los tejedores. Y digo, “todos los tejedores” porque afortunadamente atrás quedó la época en que el tejido era una cuestión meramente femenina, para poco a poco, pasar a ser un entretenimiento para ambos sexos.



Hoy puedo decir sin temor a equivocarme que mi hermandad, esas  BRUJAS MOSQUETERAS son para mí, parte de mí y que espero formar parte de esa hermosa fraternidad por mucho, muchos años.

Decepción






Según la definición de la palabra, una decepción es un  sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir dos emociones primarias, la  sorpresa  y la pena . Y según la RAE la decepción es: Pesar causado por un desengaño. 

Cuando  en tu edad adulta empiezas a relacionarte con las personas nada te prepara para recibir decepciones. Decepciones amargas y dolorosas por venir de alguien al que tú considerabas mucho más que amigo, mucho más que “familia”(nótese las comillas). Porque esos son los desengaños que más duelen. Tú, depositas toda tu confianza en esas personas y ves como la traicionan dejándote claro que, para ellas, no significa lo mismo. Tú, te apoyas en ellas y das el mismo apoyo para cuando ellas lo necesiten. Tú, te sientes segura porque sabes sin dudar que cuando las necesiten, estarán para ti. No en vano, tú has estado para ellas cuando te han necesitado incondicionalmente. Y digo incondicionalmente porque, a pesar que muchas veces esas personas te han fallado, tú te dices; bueno yo no soy como ella, o; lo hago por mí no por ellas.


Cuando te relacionas con las personas entiendes que hay un contrato no escrito, que marca la diferencia entre unas y otras sí pero, que tú no te atreves a saltarte por mucho que te demuestren que para ellas ese contrato, no significa nada. Entiendes que si tú eres educada recibirás educación, pero no, la educación hace mucho que la perdieron. Primera frustración, aún así sigues. Entiendes que cuando das calor recibes calor, pero un hielo gélido se apodera de ellas y es lo que te dan, segundo desengaño. También entiendes que cuando ayudas, te ayudan pero, una vez más el desengaño es toda su respuesta .



Decepción tras decepción, algo que no te deja indiferente ya que esas decepciones sumadas, van restando puntos. Por no decir que tu salud,  buen humor, tu confianza… se resienten.



Sé que no debo esperar nada, ni tan siquiera las gracias de nadie, pero esa falta de gratitud es la que en muchas ocasiones te frustra, dejándote una duda razonable al preguntarte si debes seguir confiando en nadie más. Máxime si eres una persona confiada. Si eres una persona que mira hacia adelante, si te empeñas en ver el vaso medio lleno, siempre encontrarás la forma de seguir confiando a pesar de los sinsabores.



¿A qué viene esto? Muy sencillo. Últimamente he tenido que enfrentarme a una desilusión familiar muy grande que no esperaba. Sí, sabía la posibilidad que se diera, pero y apoyada por mi optimismo, pensé que nunca se produciría y más viniendo de quién vino. Como ya he mencionado, esas son las decepciones que más duelen. Una vez que se producen y miras atrás, solo deseas que tu postura haya sido la correcta porque entonces el mal sabor de boca que te queda es mucho peor que el desengaño en sí.



Mi marido y yo nos encontramos que todo por lo que habíamos estado luchando durante toda nuestra vida juntos, se fue al garete en una semana. Nos quedamos sin casa, sin dinero, sin trabajo, y casi, sin esperanzas, entonces, recurrimos a la “familia” pensando que nos tenderían una mano, esa mano que tanto estábamos necesitando. En vez de eso, no encontramos con que  una parte de la “familia” muy importante y cercana, nos dieron la espalda, argumentando que no era su problema. Y sí, en un principio y a regañadientes nos abrieron las puertas de su casa, un año duró la apertura. En dicho año, no pararon ni un día, en hacer todo lo posible por echarnos. Malas caras, malos humos, malas contestaciones, indiferencias, frialdad, eso y más fue lo que recibimos en el tiempo que estuvimos allí en su casa. Una casa, que por otra parte está casi deshabitada y cerrada.



No entraré en más detalles, pero aquella experiencia nos dejó muy tocados a los dos, a mi marido y a mí. Al esperar alguna reacción de la “familia” nunca imaginamos que fuera aquella. Cuando tú necesitas de los tuyos y no están, ¿qué puedes esperar? ¿Nada? Quiero pensar que no. Por fortuna no todo el mundo es así, ni toda la familia.



Al pedir ayuda a esa parte de la “familia” no esperábamos dinero ni que nos pagaran nuestros gastos, no esperamos que se hicieran cargo de nuestros asuntos financieros porque nosotros aún podíamos cumplir con nuestras obligaciones económicas. Craso error, ya que ellos pensaron que era eso justamente lo que queríamos. Lo que esperamos fue calor, una palabra de aliento, de ánimo, un abrazo, una preocupación compartida. Que nos ayudaran emocionalmente, porque eso, era lo que en verdad necesitábamos. Nada encontramos por parte de ellos. Ni tan siquiera un; “que te vaya bien”, cuando nos fuimos. Si acaso, un suspiro de alivio fue lo que nos brindaron acompañados de una cara de felicidad difícilmente disimulada. Ellos vieron el cielo abierto con nuestra marcha pero debo decir que nosotros, también nos sentimos aliviados de poder salir de allí.



Dicen que siempre hay un aprendizaje de todas las experiencias desagradables que vivimos, lo que yo aprendí fue que ellos, esa “familia” fingieron siempre su cariño hacia nosotros. Que, nunca nos respetaron como parte de la familia, que siempre nos brindaron engaños y que sobre todo y por encima de cualquier cosa, lo que los mueven y lo que emanan de sus cuerpos es puro y duro egoísmo. ¿Dignos de pena? No lo creo ni lo comparto. Digno de pena es quién tiene una minusvalía, quién está luchando con toda sus garras contra una enfermedad que no espera, ellos no. Ellos son dignos de toda tu rabia, porque es eso lo único que puedes sentir por ellos. Una rabia extremadamente poderosa que roza el odio. Jamás he sentido odio por nadie pero por ellos, en estos momentos me encuentro muy cerca de sentirlo y no sentirme por ello culpable.



¿Drástica? Quizás lo sea. Francamente y llegados a este punto, poco me importa. Porque esa rabia, es lo que me hace soportar tamaña decepción. Y porque ellos, con su actitud y desprecio, han hecho posible que dentro de mí nazca este sentimiento. Aunque debo decir que aún hoy, sigo esperando que el aprendizaje que debo recibir al descubrimiento de su verdadera personalidad se produzca.



En estos momentos he roto toda relación con ellos y parece ser que a ellos les trae sin cuidado.  Es tan grande el daño emocional causado, que necesito apartarme y difícilmente la relación de producirse algún día, será igual. Un ejemplo claro de cómo me siento es, como cuando rompes un cristal y después con toda tranquilidad quieres repararlo. Por mucho que lo recompongas nunca será lo mismo.



Hay que tener mucho cuidado en tu relaciones con las personas y saber con toda seguridad que, esas mismas personas con las que tratas todos los días pueden necesitarte del mismo modo que tu a ellas. Otro aprendizaje.



Me quedo, con que yo hice aquello que consideré en su día de buen grado y de corazón. No sé si ellos, viendo lo que ha pasado, podrán decir lo mismo.